Era una soleada tarde de primavera, como tantas que ahora tenemos por el sur. Gloria y yo habíamos quedado para andar en plan deportivo y a la vez charlar de nuestras cosas. Yo iba uniformado como siempre: pantalón de chandal Kelme que me regaló Iván, deportivas Nike y polar rojo de Decathlon.


Siguiendo con el tema de ayer, con nuestra querida Gonzales-Sinde (scargas). Se está cubriendo de gloria esta mujer en los últimos días.


Su primera medida va a ser incentivar a los guionistas dando más subvenciones. Lo curioso del asunto, como deciamos ayer, es que ella misma es guionista y tiene dos empresas que viven de ello.


Con su última película, Mentiras y Gordas, tuvo menos ingresos en las salas que dinero costó, y aún así, gracias a las subvenciones del gobierno al cine español, consiguió beneficios.


Dicen las malas lenguas que su nombramiento ha sido el pago de ZP a la industria del cine por su apoyo en temas como la guerra de Irak.


El tiempo dirá si lo es.

Hace meses que no me sentía así, y eso que aún me queda mucho que sacar. Hablo de que mi cuerpo está volviendo, vuelve a responderme cuando lo necesito. Desde el accidente mi vida no había sido el mismo, mucho había cambiado en mi mente y en mi cuerpo; me sentía como si hubiera envejecido, me había aburguesado. Pero llevo varios días sintiendome muy bien y tenía que expresarlo. Hoy he vuelto a correr 8 kilómetros.


Dice poco el título pero me sirve para ilustrar la historia de hoy. Si hoy por hoy existe una marca que irradie saber estar y elegancia esa es Boss. Tiene probablemente las mejores colonias y trajes de vestir de caballero, y con razón. Es cara y elitista, pero a todo el mundo gusta. Lo que quizás no sepais es que tiene detrás una curiosa historia.


Los Beatles tuvieron siempre una gran curiosidad por oriente y su cultura. Se refleja en sus canciones e incluso en que Lennon se casó con Yoko Ono, más exótico imposible. Pero parece que todo lo que descubrieron los Beatles por su camino de busqueda de felicidad interior no era de su agrado.


Hay días en los que te sientes mejor, eufórico; otros no puedes sentirte siquiera. Cuando estoy muy cansado, como hoy, solo quiero tumbarme en la cama y relajarme. Me gusta oir música que me sugiera sensaciones, que me evoque lugares de paz, momentos de felicidad. En mi caso, solo una canción lo consigue. Me desplaza de donde esté, me saca de mi cuerpo, mi mente es capaz de volar más allá. Delirios....



Soy Tim. No puedo más. Estoy harto, siempre lo mismo, todos se ríen de mí, nadie se da cuenta de mi potencial. Lo digo en serio, Bernd, tengo armas aquí y mañana a primera hora iré a mi antigua escuela y habrá una verdadera barbacoa.


Estate atento, Bernd, se oirá hablar de mí. Y ahora ninguna información a la Policía, ningún miedo, me las piro.



Winnenden es una plácida localidad en el suroeste de Alemania en la que casi nunca pasa nada. El pasado día 11 vivió su peor tragedia. Tim Kretschmer, un adolescente solitario de 17 años, amante de las películas de terror, entró a las 9.30 en el colegio Albertville, del que había sido alumno, y disparó en la cabeza a bocajarro a nueve estudiantes y tres profesoras. En una alocada huida en la que mató a otra persona en una clínica, secuestró un automóvil y condujo 30 kilómetros hasta lograr esconderse en un concesionario de coches, donde mató a dos hombres más. Acabó quitándose la vida cuando ya había sido herido por la policía.

No es la primera vez, ni será la última. No quiero ni pretendo justificar a estos locos, pero la sociedad en que vivimos da mucho pie a este tipo de conductas, de locuras.